SAN PÍO X, PAPA Y CONFESOR - 3 DE SEPTIEMBRE
José Sarto, un día Pío X, defensor invicto de la integridad de la fe y de la libertad eclesiástica, e insigne por el celo de la religión.
De origen humilde, su padre Juan Bautista, sencillo alguacil de Riese (Treviso, Italia) y Margarita Sansón, ama de casa. El Señor bendijo aquel hogar con diez hijos, de los cuales ocho llegaron a ser mayores. Llamó la atención desde niño por su inteligencia, bondad y amor a todo lo que se refería a cosas del Señor. Quedó huérfano de padre muy pequeño. Su madre suplió muy bien aquella carencia y supo plasmar en el corazón de Beppi –como todos le llamaban cariñosamente– toda una gama de virtudes cristianas que luego dieron su fruto abundantemente.
D. Tito Fusarini, párroco de Riese, pronto caló en el alma grande del pequeño Beppi. Dijo un día, hablando de aquel niño: “Es el alma más noble de este país…”. Viendo claramente cuál era su vocación, le envió al Seminario y ayudó a pagar su carrera sacerdotal. En el archivo del seminario de Padua se conservan las notas de aquellos años y dicen de él: “Discípulo irreprochable. Inteligencia superior. Memoria excelente. Ofrece toda esperanza”. No se equivocaron. Era todo un presagio… Subió todos los escalones hasta llegar al sacerdocio, don que le llegó el 18 de septiembre de 1858, año de las apariciones de la Virgen de Lourdes.
La Divina Providencia guió los pasos de D. Beppi de un modo maravilloso. Estaban marcados de nueve en nueve: como coadjutor, como arcipreste, como canónigo, como Obispo de Mantua, y luego como Patriarca y Cardenal de Venecia, hasta subir, aunque mucho lo repugnase su humildad, al solio Pontificio en 1903.
Al morir el Papa León XIII en el aula de Consistorio alguien votó al Cardenal Sarto de Venecia. Decía él: “Estos Padres me toman el pelo”. Un cardenal francés le preguntó si sabía o no su idioma; al contestarle que no, dijo: “Pues no es papable”. Sarto respondió: “Demos gracias a Dios”. Pero a la séptima votación fue elegido. Se resistió, mas al ver que era la voluntad divina manifestada por los votos de los Cardenales, aceptó convencido de que si Dios da un cargo, da las gracias necesarias para llevarlo a cabo.
Tres eran sus más grandes características: La pobreza, la humildad y la bondad. En el trato con el Papa se palpaba la santidad, y la llama del celo sagrado se manifestó enseguida en una actividad múltiple y en críticas circunstancias para la Iglesia Romana, combatida en sus dogmas por el Modernismo, a la cual calificó de "amalgama de todas las herejías", y a la que combatió fuertemente, principalmente con la encíclica Pascendi; y el Jansenismo, decretando la autorización para que los niños pudieran recibir la comunión desde el momento en que entendieran quién está en la Santa Hostia Consagrada. Este decreto le valió ser llamado el Papa de la Eucaristía. En su primera Encíclica sintetizó el programa de su pontificado con estas palabras: instaurare omnia in Christo y permaneció fiel a él hasta el fin. Fundó el Instituto Bíblico para perfeccionar las traducciones de la Biblia y nombró una comisión encargada de ordenar y actualizar el Derecho Canónico. Dispuso una reforma litúrgica que comenzó con la restauración de la música sacra. Luego siguió el impulso hacia Cristo Eucarístico con el Decreto de comunión frecuente y aún diaria, sin miedos Jansenistas. Promovió el estudio del Catecismo.
Aceptó el Papado “como una cruz”, y de veras que lo fue para él. Había escogido el nombre de Pío inspirado en que los Papas que eligieron ese nombre habían sufrido por defender la religión. Poco antes de morir estalló la primera guerra mundial, a pesar de haber trabajado cuanto pudo para evitarla.
Era el 20 de agosto de 1914 cuando volaba al cielo, llorado por toda la cristiandad.
Al ser canonizado en 1954, el Papa Pío XII decía de él: “Pío X, pobre y rico, suave y humilde, de corazón fuerte, luchador por los derechos de la Iglesia, esforzado en el empeño de restaurar en Cristo todas las cosas”. Buen resumen de su preciosa y larga vida.
De origen humilde, su padre Juan Bautista, sencillo alguacil de Riese (Treviso, Italia) y Margarita Sansón, ama de casa. El Señor bendijo aquel hogar con diez hijos, de los cuales ocho llegaron a ser mayores. Llamó la atención desde niño por su inteligencia, bondad y amor a todo lo que se refería a cosas del Señor. Quedó huérfano de padre muy pequeño. Su madre suplió muy bien aquella carencia y supo plasmar en el corazón de Beppi –como todos le llamaban cariñosamente– toda una gama de virtudes cristianas que luego dieron su fruto abundantemente.
D. Tito Fusarini, párroco de Riese, pronto caló en el alma grande del pequeño Beppi. Dijo un día, hablando de aquel niño: “Es el alma más noble de este país…”. Viendo claramente cuál era su vocación, le envió al Seminario y ayudó a pagar su carrera sacerdotal. En el archivo del seminario de Padua se conservan las notas de aquellos años y dicen de él: “Discípulo irreprochable. Inteligencia superior. Memoria excelente. Ofrece toda esperanza”. No se equivocaron. Era todo un presagio… Subió todos los escalones hasta llegar al sacerdocio, don que le llegó el 18 de septiembre de 1858, año de las apariciones de la Virgen de Lourdes.
La Divina Providencia guió los pasos de D. Beppi de un modo maravilloso. Estaban marcados de nueve en nueve: como coadjutor, como arcipreste, como canónigo, como Obispo de Mantua, y luego como Patriarca y Cardenal de Venecia, hasta subir, aunque mucho lo repugnase su humildad, al solio Pontificio en 1903.
Al morir el Papa León XIII en el aula de Consistorio alguien votó al Cardenal Sarto de Venecia. Decía él: “Estos Padres me toman el pelo”. Un cardenal francés le preguntó si sabía o no su idioma; al contestarle que no, dijo: “Pues no es papable”. Sarto respondió: “Demos gracias a Dios”. Pero a la séptima votación fue elegido. Se resistió, mas al ver que era la voluntad divina manifestada por los votos de los Cardenales, aceptó convencido de que si Dios da un cargo, da las gracias necesarias para llevarlo a cabo.
Tres eran sus más grandes características: La pobreza, la humildad y la bondad. En el trato con el Papa se palpaba la santidad, y la llama del celo sagrado se manifestó enseguida en una actividad múltiple y en críticas circunstancias para la Iglesia Romana, combatida en sus dogmas por el Modernismo, a la cual calificó de "amalgama de todas las herejías", y a la que combatió fuertemente, principalmente con la encíclica Pascendi; y el Jansenismo, decretando la autorización para que los niños pudieran recibir la comunión desde el momento en que entendieran quién está en la Santa Hostia Consagrada. Este decreto le valió ser llamado el Papa de la Eucaristía. En su primera Encíclica sintetizó el programa de su pontificado con estas palabras: instaurare omnia in Christo y permaneció fiel a él hasta el fin. Fundó el Instituto Bíblico para perfeccionar las traducciones de la Biblia y nombró una comisión encargada de ordenar y actualizar el Derecho Canónico. Dispuso una reforma litúrgica que comenzó con la restauración de la música sacra. Luego siguió el impulso hacia Cristo Eucarístico con el Decreto de comunión frecuente y aún diaria, sin miedos Jansenistas. Promovió el estudio del Catecismo.
Aceptó el Papado “como una cruz”, y de veras que lo fue para él. Había escogido el nombre de Pío inspirado en que los Papas que eligieron ese nombre habían sufrido por defender la religión. Poco antes de morir estalló la primera guerra mundial, a pesar de haber trabajado cuanto pudo para evitarla.
Era el 20 de agosto de 1914 cuando volaba al cielo, llorado por toda la cristiandad.
Al ser canonizado en 1954, el Papa Pío XII decía de él: “Pío X, pobre y rico, suave y humilde, de corazón fuerte, luchador por los derechos de la Iglesia, esforzado en el empeño de restaurar en Cristo todas las cosas”. Buen resumen de su preciosa y larga vida.
Oh Dios, que para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo llenaste a San Pío, Sumo Pontífice, de celeste sabiduría y apostolica fortaleza; concede propicio que, siguiendo sus normas y ejemplos, consigamos los premios eternos. Por J.C.N.S.
Glorioso Papa de la Eucaristía, San Pío X, que te has empeñado en “restaurar todas las cosas en Cristo”. Obtenme un verdadero amor a Jesucristo, de tal manera que sólo pueda vivir por y para Él. Ayúdame a alcanzar un ardiente fervor y un sincero deseo de luchar por la santidad, y a poder aprovechar todas las riquezas que brinda la Sagrada Eucaristía. Por tu gran amor a María, madre y reina de todo lo creado, inflama mi corazón con una tierna y gran devoción a ella.
Bienaventurado modelo del sacerdocio, intercede para que cada vez hayan más santos y dedicados sacerdotes, y se acrecienten las vocaciones religiosas. Disipa la confusión, el odio y la ansiedad, e inclina nuestros corazones a la paz y la concordia, a fin de que todas las naciones se coloquen bajo el dulce reinado de Jesucristo. Amén.
ORACIÓN A SAN PÍO X
Glorioso Papa de la Eucaristía, San Pío X, que te has empeñado en “restaurar todas las cosas en Cristo”. Obtenme un verdadero amor a Jesucristo, de tal manera que sólo pueda vivir por y para Él. Ayúdame a alcanzar un ardiente fervor y un sincero deseo de luchar por la santidad, y a poder aprovechar todas las riquezas que brinda la Sagrada Eucaristía. Por tu gran amor a María, madre y reina de todo lo creado, inflama mi corazón con una tierna y gran devoción a ella.
Bienaventurado modelo del sacerdocio, intercede para que cada vez hayan más santos y dedicados sacerdotes, y se acrecienten las vocaciones religiosas. Disipa la confusión, el odio y la ansiedad, e inclina nuestros corazones a la paz y la concordia, a fin de que todas las naciones se coloquen bajo el dulce reinado de Jesucristo. Amén.